Nunca supieron como hicimos
para burlarlos,
un puente invisible entre
Munro y Lanús sorteando a
los sabuesos sedientos de
sangre joven,
un cuento de Kordón
estirando la tarde,
resistencia pensante para
influir, ser mejores,
rumbear por esas calles
dispuestos a los cambios,
cocina de quimeras que
adoramos.
Creían que podían apagar
llamas voráces,
fuegos implacables de
sur a norte.
Para sabernos juntos,
socios de letras,
nos dimos cuerda y ellos
sufrieron cuando creyeron
ciegos en un poder eterno.
Nunca encontraron nuestras
cartas llenas de pasión por
el ultraje, en cierto modo fue
una venganza por tanto odio.
Ahora que no estas les
puedo refregar esta alegría
de saberte a salvo,
no se si en una estrella,
sí en estas letras donde
lates para siempre compañera.
A Mónica Perez